mayo 05, 2006


Veo carteles invisibles con mi nombre en luces de neón. El olor es desagradable y los acordes del placard no responden. Todo está sucio, todo es viejo, prácticamente nada de lo que conservo sirve.

Me disgusta saber que sólo quiero contar con ella...Al final de cuentas se ha convertido en algo o alguien que me acompaña, a su manera claro está, criticable o no, negra, transparente o color carmín, pero está. Ahí, en mi pensamiento, a mi lado, de manera concreta e intangible.

Puedo recurrir a ella cuando la tierra se resquebraja y corro peligro. También, cuando los conejos saltan y las mariposas se posan sobre las espinas de algunos cactus. O cuando el centro del universo, entre estrellas que dejaron de brillar hace años y planetas que giran alrededor de la muerte, me atrae hacia lo profundo de su bella, insondable e incierta oscuridad.

Y podría extirparme el alma y desangrar mi corazón y alimentar a la serpiente. Podría triturar mis huesos y ofrecerlos a la nada. Y así, experimentar algo de paz o, simplemente, algo.

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